
Márcate unos objetivos de conducta razonables.
Sé específico. Quiero ponerme en buena forma física o Quiero comer mejor son expresiones demasiado inconcretas. En su lugar, márcate objetivos como Quiero andar 30 minutos al día o me llevaré la comida al trabajo en un táper dos veces por semana.
Empieza por los cambios más sencillos.
Cuando los hayas superado, tendrás una mentalidad positiva y te sentirás capaz de afrontar nuevos retos. A medida que cada pequeño cambio se hace permanente, empezarán a acumularse y a generar grandes efectos positivos para tu salud.
No pienses "para siempre".
Intenta pasar un fin de semana sin excesos, o intenta abordar los cambios día a día, incluso comida a comida si es necesario.
Haz un seguimiento para que sepas cómo progresas.
Si has estado intentando hacer más ejercicio, lleva un registro de tus minutos o kilómetros. Si intentas tomar menos dulces, márcate un límite semanal y lleva la cuenta. Y, por cada pequeño éxito, date una palmadita en la espalda.
Procura anticiparte a lo que podría desviarte del buen camino y evítalo.
Si las fiestas son tu perdición, prevé tomar un aperitivo saludable antes de acudir y decide por adelantado cuántas copas tomarás. Si sabes que vas a pulsar el botón para retrasar la alarma en lugar de hacer ejercicio por la mañana, pon el despertador al otro lado de la habitación, justo al lado de tu ropa de deporte.
Practica el arte de la distracción.
Cuando tengas ansias de comer algo que no debes, espera 15 minutos antes de sucumbir a la tentación. A lo mejor te entretienes con otra cosa y te olvidas de ello.
Observa qué es lo que provoca tus malos hábitos y rompe la cadena.
Si la máquina de vending del trabajo te tienta cada vez que pasas por delante, intenta ir por otro camino para evitarla o no lleves dinero encima. Para dejar de picotear por la noche, ve al baño a cepillarte los dientes en lugar de ir a la cocina para saquear la nevera.
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